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Natalia: una Imagen de Resiliencia

“Siguiendo la Diáspora” es un blog diseñado para servir como una plataforma y oportunidad para aquellos experimentando desplazamiento para compartir sus historias y experiencias en su voz más auténtica. En el pasado, nos hemos enfocado en el contexto Mediterráneo y compartido experiencias de refugiados y voluntarios en esta área. Nos gustaría expandir nuestra plataforma de narrativas e incluir voces de otros contextos.


Este mes nos juntamos con Natalia, una mujer de Venezuela que actualmente vive en Perú. Su historia es simplemente extraordinaria y nos sentimos agradecidos de tener la oportunidad de compartirla con ustedes, tanto en inglés como en español. Natalia se reunió con Madi y con nuestro amigo y traductor Juanjo en julio para una entrevista sobre su experiencia saliendo de Venezuela.



 



Antes de salir de Venezuela, no fue fácil decidirme a abandonar mi país y venir a Perú. En esa época yo tenía una pareja, el papá de mis hijos, que había estado en Perú por más de un año. Yo salí de Caracas el 23 de octubre del 2018 y llegué a Lima el 26. Fue una experiencia extraña porque se sentía como si la policía me estuviera persiguiendo. Tenías que correr y esconder tus maletas, tus bolsas y tu equipaje para evitar que te lo quitaran todo. Incluso si viajabas con toda tu documentación en regla y no eras ilegal, esto igual sucedía.


Llegué a Lima a la media noche y mi expareja me recibió. Al comienzo cuando empecé a conocer gente aquí había mucha receptividad, pero con el pasar de los días la gente en las calles comenzó a decir cosas malas. Los hombres me decían cosas indecentes y eso me hacía sentir mal. Si eras venezolana, los hombres te ofrecían dinero y las mujeres sentían desconfianza de ti sin siquiera conocerte. Ese fue un choque cultural porque nosotros somos gente muy sociable. En Venezuela, somos muy acogedores y no nos importa si eres extranjero. Es más, tratamos a la gente de otros países como parte de nuestra familia y tratamos de darles ese calor humano necesario para que se sienta como en casa. Cuando sales de tu país, esperas que otros tengan esa misma actitud contigo. Descubrir que no era así fue un choque.


Esa también fue la primera vez que estuve separada de mis hijos. Tengo 3: ahora, mi hija mayor tiene 21 años y la menor tiene 13. Los dejé hace casi 3 años y esa es la parte más difícil para mí. Estar separada de ellos por tanto tiempo hace que se sienta como si hubieran pasado 10,000 años. Para una madre, esto no es fácil. Y hay muchos casos como el mío. La gente suele pensar que nosotros nos victimizamos, pero no es así. Toda esta situación es como una cólera que tienes contigo misma por dejar toda tu vida atrás y huir. Pero esta experiencia no es lo mismo que cuando sales de tu país por voluntad propia para descubrir nuevos lugares o crecer cultural y profesionalmente en otro sitio. Lo que pasó con nosotros fue completamente diferente: abandonar Venezuela porque la crisis nos estaba ahogando y necesitábamos dar soporte a nuestras familias y buscar alguna forma de brindarles al menos la calidad de vida más básica que cualquier humano necesita para desarrollarse correctamente.


Antes de que saliera, la crisis estaba complicada al punto de que a veces solamente teníamos yuca para comer. Había días en los que no teníamos comida y yo, como madre, tenía que buscar constantemente para conseguirla. A veces solamente tenía suficiente para mis dos hijos menores y mi hija mayor y yo podíamos pasar días sin comer. En vista de todo esto es que decidí que era hora de salir. Mi meta principal era y siempre será traer a mis hijos acá para que podamos estar juntos como una familia de nuevo. Lamentablemente, no he sido capaz de traerlos debido a muchas situaciones aparte de la pandemia. Con respecto a esta última, definitivamente ha reducido las posibilidades de que pueda traerlos para Perú.


En Venezuela se pueden ver dos caras de la misma moneda. Sé que esta siempre ha sido la realidad en todos los países, pero actualmente es particularmente notorio en Venezuela: hay un lado de abundancia para los que tienen más poder y un lado de escasez para los que solamente ganan sueldo mínimo. Este sueldo no es suficiente para cubrir las necesidades básicas de una persona, mucho menos de una familia de 5 o 6. En la actualidad, si vas a una de las partes “buenas” de Caracas puedes encontrar una abundancia de productos de primera necesidad, todos importados de otros países. Pero todos estos se venden en dólares aún cuando nuestra moneda nacional es el bolívar.


Incluso trabajando a tiempo completo fuera de Venezuela, no logro cubrir todas las necesidades básicas de mis 3 hijos. La mayor estudia en la universidad y también trabaja, pero eso no es suficiente para cubrir los gastos de pensiones universitarias o incluso sus artículos de higiene personal. Y esto mismo pasa con mis 2 hijos menores. Aún si vas a una universidad pública, igual necesitas dinero para comprar materiales. Toda esta situación no es fácil de sobrellevar. Un joven de 20 años en Venezuela ya no tiene aspiraciones. Si estudias, la falta de ingresos no te permite costear todos tus cursos y la carrera termina durando demasiado tiempo. Y si trabajas, casi nunca puede ser a tiempo completo y no te pagan lo suficiente. ¿Qué puedes hacer con tu vida, entonces? Esto lo puedo ver en la experiencia de mi propia hija. Ella es una mujer de 21 año que dice que se siente frustrada porque ya debería estar cerca de graduarse y aún no puede hacerlo. Trabaja, pero no puede comprar nada que realmente le gustaría comprar. Ella no quiere salir de su país porque lo ama, pero siente que su hora de hacerlo está llegando. ¿A dónde? Realmente no tiene idea, pero ya no puede quedarse ahí. Se siente estancada en su propio país.


Así como ella, muchos otros jóvenes se sienten estancados. Las infancias de los niños ya no son normales porque no tienen oportunidades para recreación. No pueden ir a un parque o comerse un caramelo o un helado. Si quisieran, por ejemplo, irse a McDonald’s, no podrían hacerlo con la misma facilidad con la que puedes hacerlo acá. Hace poco fue para Lima y pasé por un McDonald’s y me dije: “¡wow, han pasado años desde que he visto uno!”. Entré, vi un helado a S/ 6 y no pude resistir las ganas de comprarlo. Sin embargo, ni bien lo hice, me sentí culpable porque pensé que mis hijos podrían estar disfrutando esto. Ha pasado tanto tiempo desde que han comido algo tan rico como ese helado. En Venezuela, algo así es un lujo. Si comparas los métodos para cambiar monedas en Perú y Venezuela, es mucho más fácil conseguirlo acá, pero en Venezuela realmente no lo es y eso hace todo mucho más complicado.


Madi:


Una de las primeras preguntas que tengo y que es una situación común entre la gente que tiene que abandonar sus países apunta al hecho de que el viaje es intenso, estresante, peligroso y genera miedo, pero creo que lo que mucha gente no se da cuenta es que, una vez que ya llegaste a otro lugar, el proceso de reintegración que mencionaste es difícil en términos de encontrar un trabajo, integrarse apropiadamente y tener opciones de educación para los niños. ¿Cómo ha sido tu expendía en general en ese aspecto? Vivir en desplazamiento y tener que integrarte es un problema complicado porque se tienen muchas expectativas. ¿Cómo voy a mantener a mi familia? ¿Cómo voy a mantener a mis hijos? ¿Cómo puedo sobrellevar la pena de la pérdida de mi país natal? ¿Cómo ha sido esa experiencia para ti?


Natalia:


¿Cómo he conseguido manejar las emociones causadas por dejar a mis hijos, mi hogar, mi familia y mi vida? Cómo mencioné, antes de venir acá, yo tenía una pareja esperándome. Actualmente ya no estamos juntos. Han pasado 2 años desde que terminamos la relación. Él está de vuelta en Venezuela con mis 2 hijos menores. Mi hija mayor es de una relación anterior y vive sola. Desde que dejé mi hogar la experiencia no ha sido fácil. Cuando dejé a mis hijos en el colegio en la mañana del 23 de octubre del 2018, seguí mi rutina regular. Mi hija mayor tenía que realizar unos papeleos de la universidad así que ya nos habíamos despedido en la mañana. Después de eso, dejé a mis hijos en su colegio. Cuando llegar, me despedí, los abracé y les di mi bendición, que es algo muy tradicional que se hace en Venezuela. Mi hija menor, que es la más sentimental, me abrazó con los ojos rojos y me dijo: “¡mami, espero que vuelvas pronto!”. Le dije que iba a regresar pronto y los traería a Perú o que mandaría a su papá para que los recoja. Mis hijos comenzaron a caminar hacia su colegio y justo antes de que cruzaran la entrada se voltearon y me miraron. Ese es un recuerdo que tengo grabado en la cabeza y que se repite todo el tiempo, todas las noches.


¿Cómo enfrento estos sentimientos? A veces es realmente difícil hacerlo porque vivo sola en una habitación así que, ni bien regreso a casa después del trabajo, la nostalgia me embarga. A pesar de eso, como estoy trabajando constantemente, trato de regresar a casa lo más cansada posible para llegar e ir directo a la cama. Tengo amigos en mi edificio y en mi trabajo y trato de bromear y reír lo más que pueda con ellos. Trato de sonreír lo más que pueda. ¿Qué más puedo hacer? No puedo vivir deprimida todo el tiempo. Pero, obviamente, hay ciertos momentos en los que simplemente no puedo controlar las emociones. Momentos en los que solamente quiero salir de aquí y volver a Venezuela sin pensar en las consecuencias. Pero luego pienso más racional y comienzo a calmarme, diciéndome a mi misma que tengo que mantenerme tranquila y dejar de llorar. También siempre le pido apoyo a Dios y Él me conforta. Sé que Dios está ahí conmigo y él me calma. Puede que me esté sintiendo nostálgica y puede que esté llorando, pero, de pronto, todo esto se va gracias a Él. Por eso le agradezco por tranquilizarme, apoyarme y ayudarme a superar esta tristeza que siento.


Por eso, algunas de las formas en las que logro controlar mis emociones y mi nostalgia son mantener mi mente ocupada con el trabajo y haciendo todo lo posible para llegar exhausta, evitar pensar y solamente dormir. A veces salgo con mis amigos, tomamos unas cervezas y eso me ayuda a distraerme y dormir en la noche. Salir y compartir con amigos ayuda. También tengo una bicicleta que utilizo para ir al trabajo que me distrae porque el ejercicio te llena de hormonas positivas. Busco maneras de evitar pensar mucho en casa y evito completamente ver fotos. No veo fotos de mi familia o mis hijos porque realmente es lo peor que puedo hacer. Si lo hago, caigo directamente en un estado depresivo. Y eso también es otro tema: no hago publicaciones en redes sociales sobre mis hijos porque me hace sentir terrible. Termino sintiéndome como la peor madre del mundo por haber dejado a mis hijos en mi casa. Esas son formas en las que puedo pelear contra la tristeza: compartir con otros, trabajar duro y evitar ver fotos de mi familia.


También intento rememorar todos los recuerdos felices que pueda. Trato de pensar en mis hijos, sus voces y sus sonrisas, aún cuando ellos no ya no sean los mismos niños que dejé porque ahora ya son adolescentes. Mi hija mayor ya es una mujer adulta. Ya no son los mismos. Cuando nos volvamos a encontrar, tendré que conocerlos de nuevo aún cuando sé que en sus corazones siguen siendo los mismo. Yo también he cambiado mucho. Toda esta experiencia me ha cambiado. Viendo el lado positivo, le agradezco a Dios porque dejarlos no fue fácil, pero he crecido como persona, experimentado cosas que no pensé que iba a experimentar y hecho cosas que nunca pensé que haría. He aprendido mucho y siempre he apuntado a hacer eso: tratar de aprender lo más que pueda de todo lo positivo en Perú para que, cuando llegue el momento, pueda volver a Venezuela y aplicar todo ese aprendizaje allá para hacer una diferencia.


Sin embargo, sé que muchos años más tendrán que pasar antes de que pueda hacer algo así porque no hay forma de saber cuándo Venezuela podrá salir de la crisis. Así que, por ahora, solamente quiero traer a mis hijos a Perú y formar un nuevo hogar aquí. Aún así, la situación política actual de Perú me preocupa porque no quiero que pase aquí lo que pasó en Venezuela. No quiero que este país se vuelva como el mío. Este es un país próspero. No le deseo lo que nos pasó a nosotros a ningún país. Los venezolanos no queremos que nadie viva lo que nosotros hemos tenido que vivir.


Regresando a la pregunta principal, así es como manejo mis emociones: llegando a casa lo más cansada posible, no mirando fotos y compartiendo con mis amigos. Y si tomar unas cervezas se siente necesario, ¡entonces tomamos unas cervezas! Pero no es fácil, realmente es muy doloroso. A pesar de eso, tenemos que sonreír. Yo siempre estoy sonriendo. La gente dice “¡wow, tú siempre estás sonriendo!” ¿Pero qué más podría hacer? No puedo estar con el ceño fruncido y llorando permanentemente. ¿Qué lograría con eso? Terminaría enfermándome. Esa es la forma en la que hago que mis hijos sientan que deben ser fuertes. Yo tengo que ser fuerte por ellos. Así son las cosas.


Madi:


Primero que nada, partes de eso fueron como poesía. Estuve tratando de no llorar, realmente es hermosa la forma en la que hablas. Y me hace sentir triste porque en la parte del mundo donde vivo, y aún en los EEUU, no escuchamos sobre esto. La migración sur-a-sur en Latinoamérica es algo de lo que no escuchamos. Así que, teniendo eso en mente, la última de las preguntas principales que le hago a la gente, especialmente para estos contextos o historias que no son titulares de la misma forma que otras noticias lo son, y especialmente en medio de la pandemia, es: ¿si estuvieras hablando con el público en general de América o de cualquier otros sitio del exterior que no tiene la misma perspectiva o experiencia que tú, o aún alguien de Perú que podría tener prejuicios contra los refugiados o inmigrantes que vienen de otros países, qué te gustaría que supieran?


Natalia:


Definitivamente he estado en situaciones en las que la gente dice: “¿pero por qué no te regresas a tu país? ¡Venezuela ya está bien!” Eso no es verdad, Venezuela no está bien. En la época en la que me dijeron eso, que fue hace como 1 año y medio, agregaron: “regresa a tu país, vas a estar mejor allá. Los venezolanos ya se están regresando. Eso será mejor para ti en vez de estar acá”. Y eso no es verdad, la realidad es muy diferente. Hay gente que se ciega y no quiere aceptar que Venezuela es un país que ha sido secuestrado por una dictadura. No hay seguridad. No puedes ir a un parque con tus hijos para que jueguen o paseen con sus bicicletas o sus patines. No hay libertad de hacer eso porque hay delincuentes por todo sitio y es muy riesgoso estar afuera. Recibir una llamada y sacar tu celular en la calle también es altamente riesgoso. Venezuela no es un país donde se pueda vivir libremente. Y sí, claro que aún hay personas que logran salir y tienen que hacerlo porque la vida continúa. Veo a algunos de mis viejos amigos organizando reuniones o fiestas en Venezuela, pero eso es solo para quienes pueden costearlos. Y, aún así, siempre hay un riesgo que viene con hacer algo así.


Vine a Perú con una meta en mente y la tengo que lograr. Soy el tipo de persona que no se queda tranquila hasta que lo que sea que quiera lograr se haya completado. Aquí tú tienes la libertad de salir, jugar afuera, ir a comprar abarrotes en la tienda de la esquina, compartir con tus amigos y usar el transporte público. Cuando llegué aquí antes de la pandemia, podía encontrar transporte público a cualquier hora. Actualmente, esto no sucede en mi país. Solamente puedes encontrar transporte público hasta cierta hora. Después de eso, hay un toque de queda autoimpuesto porque sabes que, si estás afuera de noche, estás en riesgo. No solo por lo delincuentes si no también por la misma policía. Aquellos que deberían protegerte también te pueden secuestrar. Eso sucede: te secuestran y hacen llamadas a tus parientes fuera de Venezuela para pedirles dólares como rescate. ¡Parece que pensaran que nosotros ganamos muchísimo dinero fuera de Venezuela cuando, en realidad, para ahorrar USD 100 tienes que trabajar muy duro! Y esa es una realidad tanto para los nativos como los extranjeros.


Por eso es que decimos que las cosas no son como mucha gente cree. Realmente no es fácil regresar a Venezuela ahora. Obviamente que todos lo pensamos. Cuando comenzamos a pensar en salir de Venezuela tuvimos que preguntarnos: ¿a qué país iré? ¿Cuánto dinero tengo? ¿Basado en eso, qué país puedo costear? Piensas en esto, revisas tus opciones y tomas una decisión basada en tu presupuesto. Eso fue lo que hicimos antes de salir. De la misma forma, tenemos que hacernos estas preguntas cuando pensamos en volver. Pensamos en cómo lo haríamos y cuánto dinero tendríamos que ahorrar para comprar un ticket de vuelta. En la actualidad es realmente caro regresar a Venezuela. ¡Hasta ir a Miami es mucho más barato! ¡O inclusive España! USD 900 por un ticket de vuelta a Venezuela. ¡Es una locura! Y aún con eso, hay gente que no piensa que Venezuela se encuentra en malas condiciones.


Lo que le digo a la gente en Perú en relación a lo que está pasando con las elecciones presidenciales es que no voten por Pedro Castillo porque él está diciendo las mismas cosas que nosotros escuchamos hace 21 años. Es el mismo discurso de nuestro antiguo presidente. La gente me dice que no habrá problema porque los peruanos no son como nosotros. Dicen que nosotros no hemos peleado por nuestro país. ¿Qué? ¡Claro que hemos peleado! Cuántos jóvenes murieron durante las protestas, niños de entre 15 y 19 años que dieron su vida por Venezuela. Yo misma participé en esas protestas porque creo que uno no puede apoyar algo si no está dispuesto a pelear por ello. He peleado por mi país y hubo muchas muertes, especialmente entre la gente joven. Solamente eran niños que ni siquiera habían terminado la secundaria y no tuvieron la oportunidad de experimentar el mundo. ¡Por eso es que digo, claro que hemos peleado! Nosotros los venezolanos hemos peleado, pero no es fácil luchar contra un régimen que ha tomado a todo un país de rehén. Es algo realmente difícil de hacer.


No sé qué más podría decir sobre la realidad actual de Venezuela. ¿Cómo podría explicarla? ¿Cómo podría mostrarla? Tendrían que haber vivido ahí, tendrían que haber pasado por esa experiencia. Y la gente dice: “pero no puedes comparar eso con nuestra situación. ¿Cómo podría votar por Keiko Fujimori, que es una ladrona?”. El tema es que, en mi opinión personal, ella es más democrática. No puedo comentar mucho del tema porque no es mi país, pero yo lo amo y no quiero que los peruanos pasen por lo que nosotros pasamos. Ellos dicen que nosotros no sabemos toda la historia, pero sí la conocemos. Al comienzo, nosotros los venezolanos éramos muy ignorantes sobre temas políticos. No nos metíamos en ese asunto. Pero luego Chávez llegó y nos forzó a aprender más. Solíamos vivir en un mundo de fantasía, celebrando todo el tiempo y sin pensar en política. Ahora hemos aprendido que tienes que estudiar apropiadamente a tus candidatos presidenciales. Tienes que revisar sus antecedentes antes de decidir quién es el mejor. Así es como le he explicado a la gente cómo es que, con el pasar de los años, hemos aprendido que debemos estudiar la política aún si no nos gustan porque es algo que nos afecta a todos.


Venezuela definitivamente no es lo que mucha gente piensa que es. Es un poco complicado de explicar apropiadamente cómo funciona todo. Tendrías que vivirlo por ti misma. Solíamos ser una nación próspera y, en una forma, aún lo somos, pero solo para ciertos sectores. No como acá, donde puedes lograrlo si le pones el esfuerzo necesario. Solía ser posible hacer eso en Venezuela, pero ahora ya no lo es. Acá, puedes trabajar, ahorra algo de dinero y comenzar tu propio pequeño negocio. En Venezuela, esa ya no es una posibilidad.


Madi:


La última pregunta que quiero hacerte es: ¿qué podríamos hacer aquellos que estamos interesados en apoyar a las personas que han sido desplazadas forzosamente para brindar una mejor ayuda a alguien que ha pasado por una experiencia y que tiene una perspectiva similar a la tuya? ¿Qué podemos hacer para apoyar mejor a estas personas?


Natalia:


No puedes juzgar a un libro por su portada. A veces puedes ver a alguien con ropas muy humildes pero esa persona puede ser extremadamente instruida, con muchos conocimientos y amplia educación, tanto técnica como personal. El hecho de que no estés usando ropa de alta calidad no significa que seas una mala persona. Hay gente que aún te juzga por tu apariencia y eso pasó con muchos venezolanos porque carecían de ropas apropiadas cuando llegaron a Perú. Trataron de encontrar un trabajo y fueron rechazados porque, en ese momento, no estaban vestidos apropiadamente. ¡Tienes que dales una oportunidad! ¿Cómo puedes apoyar a alguien que ha pasado por una experiencia así? ¡Dale un trabajo!


Con el tiempo, hemos recibido muchos regalos con la intención de brindarnos apoyo, pero eso puede terminar siendo algo no tan positivo. Para hacer las cosas bien, uno tiene que ganarse sus cosas con su trabajo. Si un inmigrante busca trabajo, deberías darle la oportunidad. Nadie abandona su país porque quiere transformarse en un mendigo en las calles. Aquellos de nosotros que salimos lo hicimos con la meta de trabajar, así sea en algo modesto. Aún si habías pasado 5, 10 años estudiando en una universidad, tu meta era trabajar en cualquier área que se pudiera.


En Venezuela, yo trabajaba como asistenta de farmacia. Cuando llegué acá, pedí trabajo en ese sector, pero fue rechazada por gente que decía que no estaban aceptando venezolanos. Eso me hizo sentir terrible porque yo realmente quería trabajar. He sido asistenta de farmacia por muchos años, tenía todos mis papeles en regla y no tenía antecedentes criminales. Deberías conocerme antes de hacer cualquier juicio. Todas las farmacias a las que fui me dijeron lo mismo: no estamos aceptando venezolanos. ¿Pero por qué? Esto es simplemente terrible, me decía. Esta situación siguió hasta que encontré un trabajo en la industria de los restaurantes. He aprendido a manejarme ahí y es ahí donde he trabajado desde entonces.


Yo asumí que fui rechazada porque, debido a mi nacionalidad, pensaron que no tenía los conocimientos apropiados. Pero aún si le das a alguien una oportunidad y en un principio no es tan eficiente como esperabas, tener la voluntad de aprender y trabajar es valioso. Y esas son características que definitivamente puedes notar porque hay una diferencia cuando alguien realmente tiene voluntad. Si tenemos que hacer más de lo que se espera de nosotros, lo hacemos. Si tenemos que trabajar horas extra, las trabajamos. Todo porque realmente queremos trabajar. Tenemos familias a las que apoyar. Y creo que esto es algo muy valioso para los empleadores porque tienen trabajadores que están dispuestos a mejorarse a sí mismos. Es por eso que darle trabajo a la gente es una gran forma de apoyarla.


También puedes brindar apoyo de otros tipos, una donación que venga de tu corazón, pero es importante apuntar a no acostumbrar a los inmigrantes a solamente recibir donaciones. En estos momentos, puede que no tengan nada de comida y por eso les das algo para comer, pero es importante que se evite hacer de esto una rutina fija. Si alguien nos da un chaleco o un polo, claro que lo vamos a aceptar con mucho calor y cariño. Pero hay gente que se acostumbra a solamente recibir donaciones. En vez de eso, es mejor darles un empleo. Para mí, eso es lo mejor que puedes hacer: apoyarlos a través del empleo.


Y para los jóvenes que están trabajando, pero también quieren estudiar, como empleador deberías impulsarlos a que lo hagan. Esa persona es alguien que quiere superarse y eso es algo positivo que apoyar. Y esto aplica no solo a inmigrantes si no a cualquiera. Si uno de tus trabajadores quiere estudiar, deberías darle la oportunidad de hacer ambas cosas. Hay jefes que son de mente muy cerrada a esa idea, pero no debería ser así. Esta es otra forma genial de apoyar a los inmigrantes.


Si un país tiene un grupo de personas que están calificadas y preparadas con una buena educación, ese país debería sacarle el máximo de provecho. Deberían apuntar a usar esas habilidades para mejorar al país completo. Aquí tienes a venezolanos que son doctores, ingenieros, abogados, contadores y muchas otras profesiones trabajando como taxistas. Aquellos en el poder deberían apuntar a sacarle provecho a estas personas calificadas y ver cómo el país empieza a desarrollarse. Creo que los venezolanos, aún cuando algunas personas digan lo contrario, hemos aportado una cantidad considerable de cosas a la economía peruana, principalmente a través de las remesas de dinero. Hemos enviado un montón de remesas a Venezuela y eso genera mucho dinero para Perú. Basados en todas las remesas que los venezolanos hacemos, contribuimos con millones de dólares para la economía peruana cada año.


Claro, también hay gente negativa: inmigrantes que vinieron aquí a hacer cosas malas. Pero son una minoría entre nosotros. La gente buena siempre será más que la mala. El hecho de que un pequeño grupo de venezolanos esté haciendo cosas malas no significa que todos seamos iguales. En el pasado, hemos escuchado a mucha gente diciendo que en Perú no había violencia hasta que llegaron los venezolanos y esto es principalmente debido a la prensa sensacionalista que repite noticias tanto que termina generando odio hacia un grupo de personas. Así no es como los periodistas y el periodismo deberían ser. Un periodista debería enfocarse en mostrar la realidad sin sensacionalismos, que es algo que a veces no sucede aquí. Esta es una crítica, obviamente, pero no estoy apuntando a enmarcarla como algo negativo si no como algo que se debería corregir. Deberían tratar de encontrar una forma distinta de mostrar las noticias que no termine generando caos. Deberían enfocarse más en las cosas positivas que la gente hace, tanto entre los nativos como los inmigrantes.


Algo que he aprendido es que no debemos juzgar a todos por las acciones de unas cuantas personas. Y también creo mucho en la energía. No estoy segura si tu sientes lo mismo, pero yo creo que tú terminas atrayendo lo que irradias. Así que, si siempre eres pesimistas, cosas negativas vendrán a ti. Si siempre estás amargada y renegando, vas a atraer a ese tipo de personas a tu vida. He tenido suerte de haber tenido la oportunidad de estar rodeada de gente muy buena. De hecho, la familia que es dueña de la casa donde vivo es realmente linda. Yo me infecté con la COVID-19 hace un tiempo y ellos me apoyaron durante el proceso. Yo estaba sola aquí y ellos estuvieron ahí para mí, algo por lo que siempre estaré agradecida. Ellos no son mis familiares y no tienen ninguna obligación de apoyarme, pero igual lo hicieron durante mi enfermedad. Por eso es que pienso que, si mantienes una actitud positiva y la irradias, vas a atraer a gente positiva a tu vida. Y eso es algo que depende de cada persona. Si estás de mal humor, te encontrarás a personas que podrían hacerte daño.


Pero aún si no estoy irradiando energía negativa, igualmente he tenido encuentros con personas negativas. A pesar de eso, creo que esa es parte de la experiencia de ser inmigrante. Todos nosotros hemos tenido que pasar por ese tipo de encuentros, sin importar el país. Siempre hay algo que sucede por tu color de piel o tu nacionalidad y todos tenemos que pasar por esa experiencia. Es algo de lo que no podemos escapar.


Madi:


Estoy muy agradecida y honrada. He aprendido mucho de ti y tengo un millón de preguntar más que probablemente serían otra conversación sobre la logística de tu viaje, pero, realmente, siento que ahora entiendo mucho mejor la experiencia completa en tu región con el contexto y el conflicto y aprecio mucho el tiempo que te has tomado hoy. ¡Muchas gracias, Natalia! Ha sido un gusto conocerte. Muchísimas gracias. Ha sido una oportunidad increíble.


Natalia:


Muchas gracias a ti por la oportunidad. Para cualquier otra cosa que puedes necesitar, estaré aquí para apoyarte. Si puedo decir algo positivo sobre alguien o algo, lo voy a hacer. Solamente para terminar, desearía que todos, tanto venezolanos como peruanos, realmente se unieran más. Esa mentalidad de decir “estoy cansado de Perú” o “estoy cansado de los venezolanos” debería dejarse atrás. Deberíamos unir fuerzas y apuntar a hacer lo mejor que podamos. ¿Si puedes dar apoyo para unir más a la gente entonces por qué no hacerlo?


Estoy aquí para cualquier otra cosa que necesites. Gracias Madi por escuchar un poco de mi historia. Digo un poco porque he tratado de hacerla corta, si no estaríamos aquí el día entero. Pero gracias a ti por esto, ha sido una experiencia realmente liberadora. Siento como si me hubiera quitado un poco de peso de los hombros. Este tema es algo que los inmigrantes tendemos a encerrarlo dentro nuestro y se vuelve más pesado con cada día. Pero cuando lo hablas libremente, puedes descargar un poco de ese peso. Así que, te agradezco Madi por esta oportunidad aún si me he puesto bastante nostálgica al hablar de esto: todo lo que he soportado y todo lo que siento que me falta soportar.


Mi pena más grande viene de mis hijos. Como madre, estar lejos de ellos ha sido lo peor que he tenido que pasar. No verlos crecer por 3 años ha sido el desafío más grande y fuerte que he tenido que soportar. Espero que cuando crezcan, no me tengan resentimiento por haber hecho lo que hice. Ahora son adolescentes y en esta época sus mentalidades cambian. Espero que todo lo que he hecho valga la pena. Tengo que hacer que valga la pena. Y si tú puedes dar una nueva perspectiva sobre la migración para la sociedad, y toda mi experiencia sirve para ese fin, entonces realmente espero que esto te ayude. De esta manera, mis hijos podrán decir que su mamá hizo su parte para permitir a otros conocer sobre la experiencia que pasamos como familia y cambiar su visión sobre la inmigración. Así que, muchas gracias una vez más por esta oportunidad.

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